Este sector de la Comuna 4 dejó de ser un asentamiento para convertirse oficialmente en un barrio
Por décadas, El Triunfo fue un lugar marcado por la incertidumbre y la carencia de servicios básicos. Ahora, con la legalización liderada por la Alcaldía, cientos de familias pueden llamar suyo el terreno donde construyeron sus vidas y sus sueños.
José Lino Arana nunca olvidará la primera noche que pasó en El Triunfo. Era una noche fría, sin electricidad, y el techo improvisado que levantó con sus propias manos apenas lo protegía de la lluvia. Pero para él, era más que un refugio: era el inicio de un nuevo capítulo. “Llegué con mis hijos y muchas esperanzas. No teníamos nada, pero aquí encontramos todo: amigos, apoyo, una familia más grande”, recuerda con voz serena y una sonrisa que esconde las dificultades del pasado.
José Lino, como muchos, llegó al barrio buscando una vida mejor. Lo que encontró fue una comunidad que enfrentaba retos diarios: calles sin pavimentar, agua que solo llegaba a veces y, sobre todo, la incertidumbre de no tener títulos que les garantizaran ser dueños de sus casas.
Rodrigo Bayona López, uno de los primeros en llegar hace 54 años, sabe bien lo que significa luchar por un sueño. “Esto empezó con unos pocos ranchos y mucha fe. Había que traer agua en baldes y caminar entre el barro. Era difícil, pero nunca dejamos de soñar con un futuro mejor para nuestros hijos”, cuenta Rodrigo, ahora con 68 años y una esperanza renovada.
Ese sueño se hizo realidad. Gracias al esfuerzo conjunto de los vecinos y el liderazgo de la Alcaldía de la alcaldesa Johana Aranda, El Triunfo dejó de ser un asentamiento para convertirse oficialmente en un barrio. La reciente entrega del acta de legalización marcó un momento histórico.
Ahora, las familias pueden acceder a servicios públicos, tramitar licencias de construcción y transformar sus casas en hogares que ya no temen perder.
“La legalización no es solo un papel; es la promesa de que juntos podemos lograr grandes cosas. Hoy, El Triunfo es un símbolo de esperanza para toda Ibagué”, expresó la alcaldesa durante el evento, acompañada por vecinos que no ocultaban su emoción.
Para José Lino, esta transformación es un motivo de orgullo. A sus 80 años, sigue trabajando en su marquetería, donde ha enseñado a sus hijos y nietos el valor del esfuerzo y la honestidad. Su historia inspira a los jóvenes del barrio, quienes ahora ven posibilidades reales de un futuro mejor.
Por su parte, Rodrigo no puede evitar soñar en grande. “En unos años, este será un barrio modelo. Ya no somos una invasión; somos una comunidad fuerte, unida y llena de esperanza”.
Hoy, las calles de El Triunfo reflejan esa nueva realidad. Murales pintados por artistas locales adornan las paredes, las familias planifican mejoras en sus viviendas y los niños juegan sin miedo en un barrio que finalmente les pertenece. Lo que antes era solo un nombre es ahora una promesa cumplida: El Triunfo es, sin duda, el hogar que siempre soñaron.