La historia de estas mujeres se convirtió en ejemplo e inspiración para muchas comunidades y personas que llevan una vida con vocación de servicio
*Artículo de ACIPRENSA – Para celebrar el Día de la Madre, te presentamos a 10 mamás católicas que alcanzaron la gloria del cielo y obtuvieron la corona de la santidad en la familia, el matrimonio y la vida cotidiana.
1. Santa Gianna Beretta Molla (1922-1962)
Esta santa italiana enfermó de cáncer y decidió continuar con el embarazo de su cuarto hijo en vez de someterse a un aborto, como le sugerían los médicos para salvar su vida. Gianna estudió Medicina y se especializó en Pediatría. Su trabajo con los enfermos lo resumía en la siguiente frase: “Como el sacerdote toca a Jesús, así nosotros los médicos tocamos a Jesús en los cuerpos de nuestros pacientes”. Se casó con Pietro Molla, con quien tuvo cuatro hijos. Consiguió equilibrar su trabajo con su misión de madre de familia. Gianna murió el 28 de abril de 1962 a los 39 años, una semana después de haber dado a luz. Fue canonizada el 16 de mayo del año 2004 por el Papa San Juan Pablo II, quien la declaró patrona de la defensa de la vida.
2. Santa Mónica (332-387)
La madre de San Agustín nació en Tagaste (África) en el año 332. Sus padres la casaron con un hombre llamado Patricio. Aunque era muy trabajador, su esposo era violento, mujeriego, jugador y despreciaba la religión. Durante 30 años, Santa Mónica sufrió los ataques de ira de su marido
Ella oraba y ofrecía sacrificios constantemente por la conversión de su esposo. En el año 371 Dios le concedió este deseo y Patricio se bautizó. Quedó viuda un año después, cuando Agustín tenía 17 años. Durante 15 años rezó y ofreció sacrificios por la conversión de su hijo, quien llevaba una vida libertina. En el año 386, San Agustín le anunció su conversión al catolicismo y su deseo de permanecer célibe hasta la muerte. Murió santamente en el año 387 a los 55 años de edad. Muchas madres y esposas se encomiendan a Santa Mónica por la conversión de sus hijos y maridos.
3. Santa Rita de Casia (1381-1457)
Aunque desde niña quiso ser religiosa, sus padres la casaron con Paolo Ferdinando. Su marido pertenecía a una familia de mercenarios y era bebedor, mujeriego y violento. Santa Rita le fue fiel durante todo su matrimonio. La pareja tuvo dos gemelos del mismo temperamento que su padre. La Santa encontró fortaleza en Jesús, a quien ofrecía su dolor. Tras 20 años de oración, Paolo se convirtió y empezó un camino de santidad junto a Rita. Sin embargo, fue asesinado por sus enemigos. Sus hijos juraron vengar el homicidio del padre, y ella le pidió al Señor que les concediera la muerte antes que verlos cometer un pecado mortal. Antes de morir, los gemelos perdonaron a los asesinos de su padre. En el año 1417 ingresó como religiosa al convento de las monjas agustinas. Allí meditó y profundizó en la Pasión de Cristo. En el año 1443, recibió los estigmas. Tras una grave enfermedad falleció en 1457. Su cuerpo permanece incorrupto. Se le conoce como la “Santa de los imposibles”.
4. Santa María de la Cabeza (¿? – 1175)
María Toribia nació cerca de Madrid (España). Fue la esposa de San Isidro Labrador. Realizaba sus labores con humildad, paciencia, devoción y austeridad. Además, siempre fue atenta y servicial con su marido. La pareja sólo tuvo un hijo. Debido a que San Isidro y Santa María de la Cabeza querían tener una vida totalmente entregada a Dios, decidieron separarse. Su esposo se quedó en Madrid, y ella partió hacia una ermita. Allí se entregó a profundas meditaciones y hacía obras de caridad. Cuando Santa María de la Cabeza murió, fue enterrada en la ermita que con tanto amor visitaba. Sus restos fueron trasladados a Madrid y se le atribuyen milagros de curación a los males de la cabeza.
5. Santa Ana, Madre de la Virgen María
Según cuenta la tradición, Joaquín y Ana eran un rico y piadoso matrimonio que residía en Nazaret. Como no tenían hijos, él sufría humillaciones en el templo. Un día, el santo no volvió a su casa, sino que fue a las montañas para entregar a Dios su dolor. Cuando Ana se enteró del motivo de la ausencia de su marido, pidió al Señor que le quitara la esterilidad y le prometió ofrecer a sus hijos para su servicio. Dios escuchó sus oraciones y envió a un ángel que le dijo: “Ana, el Señor ha mirado tus lágrimas; concebirás y darás a luz y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo”. Este ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió donde su esposa. Ana dio a luz una hija a quien llamó Miriam (María) y que fue la Madre de Jesucristo.
6. Beata Ángela de Foligno (1249-1309)
Ángela vivió apegada a las riquezas desde su juventud y tuvo una vida libertina, también después de contraer matrimonio. En 1285 sufrió una crisis existencial. Debido a que vivía cerca de Asís, se sintió tocada y retada por el ejemplo de San Francisco. Un día estaba tan atormentada por el remordimiento que pidió al santo que la librase. Entonces fue a la iglesia de San Feliciano, donde realizó una confesión de vida. Allí hizo una promesa de castidad perpetua y empezó a llevar una vida de penitencia, regalando sus mejores vestidos y haciendo estrictos ayunos. Después de su conversión, perdió sucesivamente a su madre, a su marido y a sus ocho hijos. Murió en 1309.
7. Santa Isabel de Portugal (1274-1336)
A los 14 años se convirtió en esposa de Dionís, rey de Portugal. Desde que llegó al país se ganó la simpatía del pueblo por su carácter piadoso y devoto. Aunque su marido era mujeriego y tenía hijos con varias mujeres, Santa Isabel los acogió en la corte y les dio un trato cristiano. Cuando el príncipe Alfonso advirtió que su derecho al trono estaba en peligro, decidió rebelarse y el rey respondió violentamente. Esta pelea entre padre e hijo causó mucho dolor a Santa Isabel, quien intervino muchas veces en las batallas entre Dionís y Alfonso. Un día, la reina se interpuso entre ambos ejércitos para evitar el derramamiento de sangre. Luego de la muerte del rey en 1325, ella se retiró a Coimbra. En 1336 estalló un nuevo conflicto entre Alfonso IV y el rey de Castilla, Alfonso XI, que era nieto de Isabel. La reina fue hasta el campamento de los ejércitos, donde fue recibida y cayó enferma. Antes de morir, su hijo le prometió que no invadiría Castilla.
8. Santa Clotilde (474-545)
Gracias a ella, el fundador de la nación francesa se convirtió al catolicismo y Francia en un país católico. La reina convenció a su marido de convertirse al cristianismo si él ganaba la batalla de Tolbiac contra los alemanes. El rey Clodoveo logró la victoria y fue bautizado en la Navidad del año 496 por el obispo San Remigio. Esa misma noche recibieron el sacramento la hermana del rey y tres mil de sus hombres. Desde ese momento, Clotilde fue llamada en Francia “Hija primogénita de la Iglesia”. Clotilde era amada por todos a causa de su gran generosidad con los pobres, su pureza y devoción. Sus súbditos solían decir que parecía más una monja que una reina. Después de la muerte de Clodoveo, hubo guerra porque sus dos hijos querían el trono. Durante 36 años, Clotilde rezó por la reconciliación de ambos. Un día, cuando los dos ejércitos estaban listos para el combate, estalló una fuerte tormenta que impidió la batalla. Gracias a la oración de la reina, los hermanos se reconciliaron.
9. Santa Elena (270-329)
En medio de la pobreza conoció al general romano Constancio Cloro. Se enamoraron, se casaron y tuvieron un hijo: el emperador Constantino. Fue repudiada por su esposo, por ambición al poder. Santa Elena pasó 14 años de sufrimiento y se convirtió al cristianismo. En 306, Constantino fue proclamado emperador romano, aunque continuó siendo pagano. Sin embargo, se convirtió cuando vio una Cruz, antes de la batalla de Saxa Rubra, con una inscripción que decía: “Con este signo vencerás”. Tras la victoria, Constantino decretó la libre profesión de la religión católica y expandió el cristianismo por todo el imperio. El emperador autorizó a su madre a que utilice el dinero del gobierno para realizar buenas obras. La Iglesia atribuye a Santa Elena el descubrimiento de la Cruz de Cristo. Murió santamente en el año 329.
10. Santa Celia Guerin, madre de Santa Teresa de Lisieux (1831-1877)
Aunque durante su juventud también quiso ser monja, la abadesa le negó la entrada al convento. Por ello comenzó un negocio de encaje. La buena calidad de su trabajo hizo famoso a su taller. Siempre tuvo un buen trato para con sus trabajadores. En 1858 Celia se cruzó en la calle con el joven relojero Luis Martin. En poco tiempo ambos se enamoraron y se casaron tres meses después. Celia siempre quiso tener muchos hijos y que todos fueran educados para el cielo. Eso fue exactamente lo que hizo con sus cinco hijas Paulina, Leonia, María, Celina y Teresa, todas religiosas. La última, Santa Teresa de Lisieux, es santa y Doctora de la Iglesia. El amor que Celia sentía por Luis era profundo y elevado. Para ella, su mayor alegría era estar junto a su esposo y compartir con él una vida santa. En 1865 un cáncer al seno provocaría mucho sufrimiento a Celia. Sin embargo, supo asumir su enfermedad y estaba dispuesta a aceptar la voluntad de Dios. Murió en 1877. Fue beatificada junto con su esposo por el Papa Benedicto XVI en el año 2008 y canonizada en octubre de 2015 por el Papa Francisco.